Hace cosa de un mes salía de un bar de la Alameda. Como de costumbre, por desgracia, la Policía Local andaba por allí 'vigilando' e intimidando al personal. Como es también de costumbre saqué mi móvil al ver que se formaba algo de revuelo.
Todo había empezado porque un Policía se sintió amenazado al ver que un chaval llevaba el sillín de su bici en la mano, pensando que con ese objeto podía agredirle. Grabé este cutre-video en el que poco se pude apreciar, y que ya colgué en el blog, con el mismo título que hoy "Sillín de bici como arme de destrucción masiva". En el video poco se puede ver, pero puedo dar fé de lo que pasó, y desde luego no es la versión de la Policía.
Bueno, pues sorprendentemente al chaval del sillín le ha venido una multa por tenencia ilícita de armas¡. Esto no es más que el reflejo de la locura que vive Seviilla desde que se aprobó la Ley Antibotellón, aplicada por los incompetentes de los Policías Locales sevillanos.
Difundamos esta noticia y pongamos entre todos en evidencia a la Policía Local y al Ayuntamiento de Sevilla.
Más información sobre este sucesos en el blog de La calle es de todxs
Aquí os pongo una carta escrita por el dueño del sillín:
Carta escrita por el dueño del sillín
DONDE QUIERA QUE ESTÉ, MI SILLÍN ES MÍO.
La noche del sábado 29 de septiembre salí por la Alameda de Hércules como hago habitualmente. Fue poco antes de las dos de la mañana, creo recordar, cuando pedí una última cerveza en la barra de un bar. A continuación me asomé al exterior para ver como la policía local se introducía entre la multitud, que habitualmente se agolpa en la puerta del bar, y les conminaban a dispersarse.
Sin alarmarme demasiado, pues este espectáculo viene siendo habitual en los últimos meses, había ya decidido quedarme dentro del local para terminar mi cerveza. No obstante, inmediatamente después, vi desde el interior del bar como un conocido mío se enzarzaba en una discusión con algunos agentes de la policía. La conversación parecía subir de tono y vi como tres agentes cogían a mi amigo y se lo llevaban contra su voluntad. Inmediatamente abandone mi cerveza en el local y salí con la intención de preguntar por que se lo llevaban, otro amigo tuvo la misma idea que yo. Nos acercamos a los agentes y antes de que pudiéramos decir nada, estos reaccionaron de forma histérica contra nosotros sacando las porras y diciendo que nos tranquilizaramos, a lo que respondimos que estábamos perfectamente tranquilos. En ese momento un policía local me pidió que le entregara el sillín de mi bici, y no fue hasta ese momento en el que caí en que todavía tenia dicho sillín en mi mano.
Yo utilizo la bicicleta para ir a todas partes, también para ir a trabajar o para salir a la Alameda un sábado por la noche. Diría que mi bicicleta no es mala, y mi sillín es bastante bueno, caro y cómodo. Además se da la circunstancia de que el sillín de mi bici tiene “abrefácil”, por lo que es extremadamente fácil sacarlo. Dicho esto es evidente que no acostumbro a dejar mi bicicleta aparcada en la Alameda los sábados por la noche con el sillín puesto. Era por temor a que me robasen el sillín de la bici por lo que lo llevaba en la mano.
Mientras la policía me quitaba el sillín y nos identificaba, parece que ya habían soltado y multado a mí amigo. También mientras esto sucedía otros conocidos se acercaron a ver lo que pasaba. Una vez nos identificaron nos soltaron y empecé a pedir mi sillín. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que no me lo iban a devolver. Pregunté por que me lo habían quitado y me dijeron que ellos no sabían “si yo iba a agredir a un compañero con él”. Les expliqué tranquilamente la razón por la que llevaba el sillín en la mano, sin embargo el policía que había sustraído mi sillín estaba patéticamente nervioso, entupidamente irritado y no atendía a razones. Mientras se llevaba el sillín yo y los conocidos que se habían acercado nos enzarzamos en mil y una discusiones con la policía local a nuestro alrededor.
Cuando volvió le dio un papel a un compañero suyo que identifiqué como una multa. Tal era la cobardía de este sujeto que ni siquiera se atrevía a mirarme a la cara mientras me ponía su estúpida multa. Cuando vi el documento de “ocupación de armas” que me entregaba me enfadé. Me negué a firmarlo y cuando me lo dio hice una bola de papel y lo tiré al suelo. En seis años con esa bici no me habían robado ni una tuerca. Le hice saber al policía el poco respeto que me podía inspirar el cuerpo al que pertenecía si, después de mucho tiempo sacando el sillín de mi bici para que no me lo quitara un amigo de lo ajeno, era finalmente la policía quien me lo iba a robar. Tras algunos minutos más de inútil discusión lo dejamos por imposible y abandonamos la escena del crimen.
Valga decir que por llevar el sillín en la mano se me va a imponer una sanción administrativa de hasta setecientos euros, que por supuesto recurriré; y que el sillín, todo parece indicar, no me va a ser devuelto y permanecerá en el deposito de armas de la policía local de Sevilla, justo entre las catanas y las ametralladoras. Dicen que en Sevilla hay muchos robos, sin embargo en los diez años que llevo en esta ciudad solo me ha robado la policía local.
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