Una vez creí en la magia. Sí, en la magia a secas. En la magia que hacen los magos de los circos, de la tele. Tenía tres años, y vivía en Málaga. Mis padres y yo terminábamos de comer. De postre, mandarinas. Con una servilleta de tela azul cubría una de las frutas. Cerraba los ojos, y cuando los abría, ésta había desaparecido. Mis padres aplaudían. Lo repetí varias veces. No daba crédito, ¡hacía magia¡
No tardé en descubrir que la que hacía magia era mi madre, que guardaba la mandarina, pero me hizo creer en la magia y en mis poderes.
Mi madre me trajo al mundo con sólo 20 años. A veces intento imaginar que a mis 24 soy padre...no me lo creo ni loco. A veces me pregunto cómo pudieron mis padres pudieron criarme, y además tan guapo.
Durante gran parte de mi infancia mi padre era conductor de autobuses. Hacía muchos viajes y estaba poco en casa. "cómprate un mono", me decía mi madre cuando yo le decía mil veces "me aburrooo". Pero antes ya había jugado conmigo a todos los juegos posibles. Algunas veces la ponía a jugar al voleibol con un globo en el pasillo de casa, o a que me pintara muñecos en mi pizarra, que tomarían vida por la noche y me defenderían de la oscuridad.
Mi mamá es una auténtica maga.
1 comentario:
las madres son la caña!!! cuando uno es padre es cuando más cuenta se da uno.
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