Princelandia es un centro de ocio, dirigido a niñas y madres, en el que las pequeñas, de 4 a 14 años, pueden celebrar su cumpleaños en un mundo rosa, de belleza y de elegancia. El modelo de feminidad al que lleva el universo princesas es tan irreal como excesivo. El modelo de feminidad de princesas, así a secas, con manicura y pedicura incluidas, no es un mundo de fantasía y de ilusión, algo que de pequeños, y también de grandes, gusta a cualquiera.
- Me gustaría celebrar el cumple de mi niña en vuestros centros, pero tengo una duda ¿Pueden ir también sus amiguitos del cole, quiero decir, chicos? - La pregunta se la formuló mi compañera de trabajo a una empleada de uno de estos centros, haciéndose pasar por una madre.
- No, es sólo para chicas. Bueno, si quieren venir chicos pueden, pero no hay actividades para ellos, no les gustaría- De esta forma respondieron desde Princelandia.
Ahora imaginad que llamo para reservar el cumpleaños en un centro de esos, llenos de millones de bolas, toboganes y colchonetas y me dicen que "bueno, las niñas podrían entrar, pero tal vez se podrían aburrir.
De pequeño jugaba con coches teledirigidos. También tenía un mini parking repleto de coches. Jugaba click de playmobil, le pegaba patadas al balón, jugaba al baloncesto, o me divertía haciendo fuego. A veces imaginaba que dirigía un barco pirata, escuchaba música o echaba carreras de competición con los amigos. Nunca he sido muy de fútbol. Una vez me regalaron una equipación del Málaga. Recuerdo haberla usado sólo como disfraz de carnaval. Entonces tenía unos cuatro años. Otro regalo que disfruté de pequeño fue el de un coche a baterías. Mi padre era conductor de autobuses, y así yo creía que conducía como él.
Por otro lado, me gustaba jugar a las muñecas o a las cocinitas. También me subí alguna vez a los tacones de mi madre. En el cuarto de baño, delante del espejo sencima de un taburete, me pinté los labios o me di colorete. No sólo fue una vez. Fueron varias las ocasiones en las que cogí el maquillaje de mi madre.
Entre los dos grupos anteriores sólo había una diferencia: el miedo a que me descubrieran mis padres. Me maquillaba a escondidas, me ponía los tacones cuando nadie me veía y aprovechaba la visita a casa de algunos amigos de mis padres con hijas para poder jugar, disimuladamente, con sus muñecas.
A mi no me hizo daño el modelo de feminidad impuesto por la sociedad, pero sí me lo hizo el impuesto para el asignado a los chicos. Ninguno de los dos influyó en mi orientación sexual, pues jugaba y disfrutaba con juegos diseñados para cada uno de eso roles. Ni soy gay porque me gustaran las muñecas, ni tampoco porque me gustara jugar con coches. La orientación sexual nada tiene que ver con eso.
¿Imagináis que a día de hoy no estuviera bien visto que las niñas pudieran jugar en un parque de de esos de colchonetas y bolas? Si parece que está mal visto, o al menos no se ve como algo normal, que un niño pueda jugar en Princelandia.
Sólo le recuerdo a padres, educadores y empresarios como los de Princelandia que, 23 años después, todavía recuerdo, y con cierto dolor, la angustia que me provocaba cuando quería cambiar los coches por un mundo de fantasías en los que también había princesas.
Soy la mayor de 3 hermanos y el pequeño siempre le han gustado las muñecas, cocinar, peinar... Su primer regalo de reyes que pidio fue una cocinita y se la compramos y hoy en dia (ahora tiene 12 años ) aun pide muñecas por su cumpleaños o tela para hacerles vestido y conjuntos y lo hace de maravilla. Cocina unos bizcochos....suempre se le ha enseñado lo que hemos visto que le puede ayudar a ser mejor persona el dia de mañana, los juegos son parte de la infancia
ResponderEliminar