La primera vez que fui al Orgullo Gay de Madrid fue hace 7 años, en julio de 2005. Una semana antes, el Congreso de los Diputado aprobaba la Ley de Matrimonio Igualitario. Tenía 22 años, y creo que jamás había estado entre tanta multitud. Al finalizar el recorrido me abrace a mis amigos. Todos llorábamos.
Hoy, 6 de noviembre de 2012, parece que por fin el Tribunal Constitucional se pronunciará sobre el recurso interpuesto por el Partido Popular. Una pataleta, muy peligrosa, para contentar a la Iglesia y a su sector más conservador, y tan extremista, que incluso he escuchado a algún homosexual del PP defender ese recurso que atentaba contra su propia dignidad.
Siempre confié en la constitucionalidad de la Ley. 1. El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica. El artículo 32 de la tan pisoteada Constitución no deja lugar a duda. "El hombre y la mujer" y NO "el hombre con la mujer". Pero para algunos no estaba claro.
Es algo tan evidente que no llego a comprender muy bien como han podido tardar siete años. Como han podido tener en vilo durante siete años a 22.442 parejas, con sus correspondientes bajas por divorcio, pendientes de una decisión tan fácil.
Y sin duda, me alarma pensar que en el gran Tribunal Constitucional haya unos cuantos magistrados que, según parece votarán en en contra. Cuesta creer que solo salga con un mínimo de votos a favor. Y siete años después.
Tras alguna falsa alarma, parece que hoy será el día. A las 19.00 horas hay convocadas protestas. El Madrid en Sol, en Sevilla en Plaza Nueva.
Durante estos siete años un pequeño pellizco se me cogía en el estómago cuando pensaba en la lejana posibilidad de que el TC la tumbara. Pero la amenaza ha estado ahí, hemos vivido amenazadas por el recurso del PP y por las iras de un grupo de fanáticos. Tan fanáticos que incluso alguno puede que llore de rabia. Esa es la gran diferencia entre ellos y nosotros. Sus lágrimas de rabia, nuestras lágrimas de alegría.
Pero no debemos olvidar que la igualdad legislativa no implica la igualdad real y social. Esto ha sido una piedra en el camino, una de tantas que los maricas nos hemos encontrado. Pero todavía no hemos terminado de quitarlas todas.
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